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Rincón de los Paraísos Múltiples

LA MUJER DE LA FOTO SONREÍA (MICRORELATO)

LA MUJER DE LA FOTO SONREÍA (MICRORELATO)

La mujer de la foto sonreía. Fue uno de los pocos momentos de su vida en los que parecía despreocupada. Supongo que el fotógrafo era su novio, mi padre. Lejos de tirarla o guardarla, decidí ponerla en un marco, el más elegante que encontré. La colgué en un lugar preferente de la entrada. Nunca pude conocerla,  pero supe que hubo momentos en los que fue feliz. Después de todo, la guerra no pudo acabar con lo más hermoso que tenía: su sonrisa. Con todo lo demás arrasó, acabando con los cimientos de una vida que mezclaba misterio y embrujo. Nunca podré oír su risa atronadora.

ME HACES FELIZ

ME HACES FELIZ

Me haces feliz, con cada paso que avanzas,

con cada sonrisa, con cada gesto de tu cara,

con cada respiración y con cada latido de tu corazón.

Iluminas mi vida cuando amaneces al nuevo día,

cuando sé que estás ahí, cuando recuerdo todo lo que luchas

para que un día estemos juntos…

No te rindas, nunca te des por vencida,

por mucho que los días sean grises, por mucho que llueva,

porque al final, una sonrisa, es capaz de hacer retroceder a la tormenta.

Yo te quiero con cada milímetro de mi piel,

con cada centímetro cúbico de mi sangre,

con cada segundo de mi vida y con cada pensamiento de mi mente.

Una vez aprendí que es posible volar sin alas,

tú me lo enseñaste, tú me has dado la fuerza necesaria

para avanzar sin temor hacia el futuro, para vivir…

Por eso te lo entrego todo, todo lo que soy,

todo lo que tú me haces ser…

Me haces ser feliz, seremos felices juntos.

UN LADO DE MI CAMA

UN LADO DE MI CAMA

Hay un lado de mi cama que te echa de menos,

que te busca,

que anhela sentirte,

                         tocarte,

                               abrazarte

                                      y hacerte suya.

 

Hay un rincón de mi cama que pregunta por ti,

que necesita que vuelvas,

que siente frío en tu ausencia,

que me resulta extraño y vacío.

 

Hay un rincón de mi cama que te espera,

que tiene urgencia de ti,

que te siente lejos

habiendo estado tan cerca.

 

Hay un rincón de mi cama que es tuyo,

que es sagrado

porque alberga tu cuerpo,

mi lado favorito de la cama,

ese que contiene tu perfume.

EL CUERPO EN DONDE VIVEN LAS INTERROGACIONES

EL CUERPO EN DONDE VIVEN LAS INTERROGACIONES

El cuerpo en donde viven las interrogaciones,

nido de palabras faltas de lagrimas,

desnudo de razones y teñido de nubes,

sangre de silencios, heridas de ausencias

y una cicatriz que me revela tu nombre.

Puños cerrados que contaminan tu imagen,

que manchan tu sombra con soledades pasadas

rasgando el velo que ocultaba mis entrañas,

que me deja de nuevo desnudo y con miedo,

libre de articular las palabras que no quiero.

Ansío la libertad que me da tu presencia,

reclamo con caricias el retorno de tus labios,

hablo con palabras nuevas un idioma sólo nuestro,

detallando emociones que solo tú sabes que existen,

como un susurro en la hoguera del tiempo infinito.

Como un pincel que espera su turno en un vaso,

que desea pintar una vida en un lienzo en blanco,

llena de colores sin dejar ni un solo espacio,

llena de esperanzas, emociones y sueños,

rellenando cada esquina de ilusiones y caminos andados.

 

Esther Bermejo y César Ulla

SI HOY ES MI ÚLTIMO DÍA...

SI HOY ES MI ÚLTIMO DÍA...

Si hoy es mi último día

mañana será demasiado tarde

para conseguir aquello que anhelo.

Será demasiado tarde para besarte

para decirte cuánto me importas,

para abrazarte y sentirte cerca.

Si hoy es mi último día

mañana será demasiado tarde

para cambiar el mundo

para encontrar una solución.

Será demasiado tarde para seguir vivo

para este aire que respiro.

Si hoy es mi último día

mañana será demasiado tarde

para contarle al mundo quién soy

para descifrar los misterios que me invaden

para lograr darle un sentido a este tiempo que vivimos.

No habrá espacio para otra oportunidad.

HOY ES DÍA DE BESARTE

HOY ES DÍA DE BESARTE

Hoy es día de besarte,

de olvidar todo y ser tuyo,

hoy es día de abandonarme a tu cuerpo,

a tu voluntad.

Hoy es día de besarte,

de dejarme caer en el abismo de tu cielo,

de sentirme nuevo y arder contigo,

de ser un solo cuerpo, un solo verbo.

Hoy es día de besarte

y es día de decirte cuánto me importas,

cuánto te necesito…

es día de sentirnos.

Detrás de todos esos besos

se esconde una pasión desatada y fresca,

se esconden años de búsqueda y deseo…

Hoy es día de besarte,

lo demás no importa.

SEAMOS FUEGO

SEAMOS FUEGO

Seamos fuego,

hagamos que ardan nuestros cuerpos,

que se enciendan nuestros corazones.

Seamos fuego

y arranquémonos la ropa,

quedémonos desnudos y juntos.

Seamos fuego,

como ese fuego primigenio, desconocido,

un fuego abrasador envuelto en misterio.

Seamos fuego

y que nuestras voces y miradas

sean testigos, sudorosos y gimientes,

del futuro que nos aguarda.

LA HERIDA EN EL SILENCIO (RELATO)

LA HERIDA EN EL SILENCIO (RELATO)

         Las estrellas son pequeñas ventanas por donde Dios observa todo lo que hacemos.

         Así exponía ella su visión sobre el cosmos, sobre el universo. Yo siempre traté de convencerla de que era un hecho científico que las estrellas son igual que el sol, sólo que están más lejos, pero ella se empeñaba en contradecir todo lo que yo decía o en exponer argumentos a cuál más absurdo: cuando los planetas giran alrededor del sol producen preciosas melodías y todo el firmamento se convierte en un inmenso salón de baile donde las almas danzan eternamente, etc.

         Pero ella era así. Había vivido toda su vida en una pequeña casa de campo, en un pueblo perdido en las montañas, como aquella niña de los dibujos japoneses que iba a vivir con su abuelo a una cabaña de los Alpes suizos. Su infancia transcurrió sin pena ni gloria, nunca pisó una escuela y jamás había visto un libro, no sabía de teoremas ni de fórmulas, de versos o de fenómenos atmosféricos. Era lo que podríamos denominar un “alma sin contaminar”, en estado puro.

         Por supuesto en la pequeña casa donde vivía no había luz, ni agua corriente, ni gas butano... Lo único que la mantenía al tanto de que fuera de su aldea existían otras aldeas y otras formas de vida, completamente diferentes a la suya, era yo.

         Yo era un muchacho despierto, unos dos años mayor que ella, que había tenido la desgracia (o eso pensaba yo) de tener unos padres nacidos en esa misma aldea. Así que teníamos como costumbre ir a pasar un mes al año, generalmente durante el verano, a la casa que mis abuelos tenían en el pequeño pueblo.

         Iriel y yo éramos los únicos habitantes del pueblo menores de cuarenta años, incluso, un día, descubrimos que el padre del señor que cada día nos proporcionaba la carne y el pescado de una aldea cercana, tenía casi cien años. Era increíble, para unos niños de diez años, pensar que alguien tiene diez veces tu edad. El que fuéramos los dos únicos niños en cuarenta kilómetros a la redonda fue excusa suficiente para que un día nos hiciéramos amigos.

         Cuando arrancas una flor, si aguzas mucho el oído, puedes sentir como llora de pena la tierra al sentirse despojada de una de sus hijas.

         De esta manera, con esta frase, es como conocí a Iriel. Yo, que era un chico de la gran ciudad, desconocía si la tierra lloraba o no, más que nada porque de donde yo venía jamás reinaba el silencio y era imposible escuchar más allá del ruido del tráfico o de la gente. Eso Iriel nunca lo comprendió. Ella era incapaz de imaginar un lugar diferente a la pequeña aldea, no podía comprender que había lugares, más allá, donde los treinta habitantes del pueblo vivían en un solo edificio, donde, por mucho que observaras el cielo con detenimiento, eras incapaz de ver siquiera una estrella, donde la gente va tan aprisa que apenas te mira.

         Ella era feliz en su pequeña casa de adobe, con sus abuelos, su perro, sus gallinas y su vaca y jamás le preocupó otra cosa que no fuera la salud de su perro, la de sus abuelos o si llovía o no para poder salir a correr por el campo. Definitivamente Iriel era una niña feliz. Yo también lo era, a mi manera, en mi casa de la ciudad. Tenía lo que cualquier niño podía desear: juguetes, amigos, libros e incluso un telescopio. Por eso me costaba tanto desprenderme de todo aquello y marchar con mis padres a la montaña durante aquel mes eterno al año. Nunca fui capaz de comprender que había gente que, con mucho menos, era inmensamente más feliz que yo.

         Pero aquel verano estaba siendo diferente, había conocido a Iriel y al menos tenía alguien con quien hablar y con quien pasar los largos días de verano en aquella cumbre de verde suelo. Iriel era una niña muy ocupada. Desde las cinco de la mañana ayudaba a su abuelo en las tareas propias de la aldea: hacer el pan, ordeñar la vaca, etc. y más tarde ayudaba a su abuela en las labores de la casa tales como fregar, barrer, hacer la comida, las camas... A pesar de lo duro que podía parecer, a Iriel nunca le importó y cada mañana lo hacía con más ahínco si cabe debido, entre otras cosas, al delicado estado de salud de sus abuelos, dos ancianos octogenarios que habían quedado al cargo de la niña tras morir, en sendos accidentes de tráfico, sus padres y los hermanos mayores de Iriel: Bernardo, de veinticinco años y Rafael, de treinta. A pesar de la triste historia de su familia, Iriel nunca demostró vulnerabilidad y jamás me habló de todo esto. Si lo supe fue porque mis padres me lo contaron todo, pero tampoco yo me atreví nunca a preguntarle a ella por su catástrofe. La nuestra fue, sin duda, una amistad basada en el respeto y el silencio.

         Las palabras más bonitas se dicen en silencio, son los ángeles quienes las pronuncian.

         Y es que Iriel se pasaba la mayor parte del día sin decir una sola palabra, era bastante callada, y cuando hablaba era para decir frases como ésta, frases que ella misma había inventado, frases que, en gran medida, guiaban su pequeño universo de sólo diez casas y amplias extensiones de pastos. Jamás le oí pronunciar mi nombre, en realidad, en aquel pueblo, nadie lo hacía, nadie llamaba a sus vecinos por el nombre. No hacía falta, todos se conocían lo suficiente para no decirlos.

         Una vez a la semana, de la aldea más grande de la zona, llegaba un sacerdote para decir la Misa. Los abuelos de Iriel eran muy religiosos y llevaban siempre consigo a la niña. Yo nunca iba a la iglesia cuando estaba en la ciudad, pero en el pueblo era distinto, el pueblo entero acudía al pequeño salón que hacía las veces de templo y yo, llevado más por la agradable compañía de Iriel que por mi fe, acudía presto a la llamada de la campana. Raras veces atendía a los sermones del cura: me pasaba todo el tiempo observándola a ella, escudriñando cada gesto de su cara, esperando, en vano, una mueca de complicidad, una sonrisa.

         Dios está en cada cosa que hacemos, en cada gota de lluvia que cae del cielo, en cada mirada que un amigo nos dirige.

         No puedo decir que Iriel fuera una chica muy inteligente, pero si era lo suficientemente lista para saber en todo momento qué debía hacer, cómo debía comportarse. Y la Misa era uno de esos lugares en los que, aunque ella no entendiera muchas de las cosas que el párroco decía, prestaba una atención especial, intuía que, en cada una de las palabras de aquel ungido, se escondía una parte de Dios, ese dios que ella nunca llegó a entender pero que guió gran parte de su corta existencia.

         A pesar de todo, el tema religioso tampoco fue uno de los pilares de nuestras cortas, pero intensas, conversaciones. Lo que más llamaba la atención de Iriel eran las cosas que se escapaban a su comprensión y que, a la vez, eran de lo más normal para el resto de mortales: por qué el sol calienta más en verano, por qué la nieve es blanca, de dónde viene el agua de los pozos, etc. cosas que a mí me resultaban tan fáciles de contestar como a ella describir quién era Dios. De todas formas, mis explicaciones de aplicado niño de escuela de la gran ciudad no lograban saciar la curiosidad de Iriel ni parecían convencerla en absoluto.

         A medida que fui conociendo un poco más a Iriel, el momento de volver a la gran ciudad, a mi vida normal, se me hacía cada vez más difícil. Muchas veces le propuse venir a pasar el invierno a casa con mis padres, pero era consciente de que sacarla de su pequeña casa y dejar a sus frágiles abuelos solos no era la mejor idea. Así que, llegado el momento de la partida, un simple gesto con la mano bastaba para decirnos adiós y recordarnos que un año no era nada comparado con aquel mes que nos esperaba en verano.

         Nada de lo que tengas que esperar con impaciencia llega en el momento preciso.

         Cada vez que empezaba el colegio y que Iriel no estaba allí conmigo, para decirme todas aquellas frases aparentemente sin sentido, era como un martirio chino. La esperanza de que aquel año se hiciera cada vez más corto se desvanecía a medida que llegaban los exámenes, las notas, el otoño, las primeras heladas... Era entonces cuando más echaba de menos su silencio, su risa, sus inocentes preguntas, cuando más deseaba no haberme ido jamás de aquella pequeña aldea dejada de la mano de Dios.

         Aquel año se hizo especialmente duro, acababa de empezar séptimo curso y las clases se iban haciendo cada vez más complejas y los ejercicios para casa más largos y tediosos. La adolescencia comenzaba a hacer estragos en mí y aún era noviembre. Llegadas las vacaciones de Navidad yo tenía un año más, dos suspensos y cada vez más ganas de verla. Pero aunque la distancia con la aldea no fuera demasiado grande (apenas trescientos kilómetros) se agrandaba por el mero hecho de que allí no había teléfono y escribir una carta no serviría de nada, porque ni sus abuelos ni ella sabían leer y las posibilidades de que un cartero alcanzara a llegar al pueblo eran bastante remotas.

         Mi primer pensamiento para el nuevo año fue para Iriel, cómo estaría celebrándolo ella, qué andaría haciendo... Pero sabía a ciencia cierta que, por mucho que pensara en ella, los meses no pasarían más deprisa ni me acercaría un solo metro más a su casa.

         Así pasaron febrero, abril y mayo y, al llegar junio y acabar los exámenes, cada vez era mucho más cercano el momento de salir hacia el pueblo y, por una vez en mi vida, eso era lo más importante que tenía que hacer: verla.

         El día antes de marcharnos de casa estuve preparando todo aquello que deseaba llevarme conmigo, aquellas cosas que me serían útiles allí y algunas cosas con que obsequiarle a Iriel. Había pensado en llevarle uno de los muchos peluches que poblaban mi cuarto, a mí ya no me hacían falta y quizás Iriel encontrara bonita aquella vaca enorme que, cada vez que apretabas en su hocico, profería un mugido muy gracioso, pero aquel año decidí que mi regalo sería mucho más sutil y más educativo: decidí llevarme mi telescopio y mostrarle a Iriel los “misterios” del universo que ella desconocía. Así, con la alegría de mi regreso y mi maleta preparada en la puerta, llegó el momento. Trescientos kilómetros y estaría a su lado.

         Cada uno dibujamos a las personas de la manera que queremos verlas, sólo Dios sabe cómo somos realmente. 

         A medida que entrábamos en el pueblo en el ambiente se respiraba una profunda melancolía, algo había cambiado en el pueblo, algo lo hacía un poco más triste. Como era lógico, Iriel no sabía que llegaría precisamente ese día, así pues no hubo recibimiento ni nada parecido pero, una vez me baje del coche, corrí lo más rápido que pude hasta su casa.

         Iriel estaba más alta, más blanca si cabe, pero eso sí: aún mucho más bonita que la última vez que nos vimos. Su abuela me recibió con una media sonrisa y, cuando nos quedamos a solas, Iriel me contó que su abuelo estaba mucho más enfermo, que ya casi no se movía de la cama, así que entre ella y su abuela tenían que llevar todo el peso de la casa. La noticia me puso muy triste, no sólo por que su abuelo estuviera enfermo, si no por el hecho de que más trabajo para Iriel significaba menos tiempo para vernos. Así pues tomé una decisión: yo vendría todos los días a ayudar en las labores que fueran necesarias y así, aparte de quitar trabajo a las dos, podría pasar más tiempo con ella.

         Al día siguiente, rayando el alba, me dirigí hacia su casa para comenzar el trabajo, pero Iriel estaba en la cama, enferma, y su abuela me permitió quedarme acompañándola y haciéndola el día más ameno. Aquel día Iriel estaba más habladora de lo normal y comenzó a contarme lo mucho que le gustaría subir muy alto para ver las estrellas más de cerca y poder mirar a través de ellas, así seguro que vería a Dios. Yo me reí mucho, pero comprendí que Iriel no lo decía en broma así que, para enseñarle lo mucho que se equivocaba con respecto a las estrellas y para que pasara un día agradable y divertido, fui a casa de mis abuelos a recoger mi telescopio y lo llevé a casa de Iriel. Le dije que ese día, cuando se hiciera de noche, comprendería que el universo es infinitamente mayor de lo que creía y que las estrellas eran soles.

         La inocencia de las personas reside en su capacidad para sorprenderse con las cosas más sencillas.

         Jamás hasta ahora había entendido esta frase que me dijo Iriel, su sentido, su aplicación. Pero ahora, quince años después he llegado a alcanzar a comprender que la verdadera inocencia residía en aquella niña rubia y callada.

         Poco después de anochecer y tras acabar la cena, levanté a Iriel de la cama y la dirigí hacia la ventana de su cuarto. Allí había colocado mi telescopio, hacía una noche preciosa, ideal para contemplar las estrellas. Le dije que mirara a través del anteojo y me dijera qué veía. Lo primero que hizo fue preguntarme cómo había metido aquellas imágenes en ese tubo tan estrecho. Yo me reí mucho y dirigí el telescopio hacia la luna. La invité a mirar de nuevo y le expliqué que eso que veía era lo mismo que le hacía soñar por las noches, aquello por lo que tanto se preguntaba. Le expliqué que la luna era blanca por el reflejo de la luz del sol, que no brillaba y que en realidad estaba hecha de tierra y no de leche o de queso como ella creía. También le expliqué que existían otros mundos, otros planetas como el nuestro más allá de donde podíamos ver, también le dije que las estrellas son infinitamente más grandes que el sol y que la misma tierra, etc.

         Iriel apartó sus ojos del telescopio y, sin decir nada, se metió en la cama. No volvió a decirme nada, ni ese día ni los días siguientes en que fui a su casa para trabajar.

         Diez días más tarde, Iriel amaneció muerta en su cama de plumas. La noticia me dejó paralizado, no podía ser, era mentira, Iriel no había muerto. Corrí hacia su casa, convencido de que todo era una farsa, pero al llegar a la puerta no me hizo falta avanzar más. Su abuela me recibió llorando y hasta su abuelo, que había permanecido en cama más de dos meses, estaba en la entrada recibiendo uno por uno a sus vecinos que, llorando unos y entristecidos hasta el extremo otros, pasaban al interior de la casa.

         Jamás aprenderás a valorar lo que tienes hasta el día en que lo pierdas.

         Mis padres no me dejaron ir a despedirla aquel día, sólo me llevaron al cementerio una vez que su entierro se había consumado. Me contaron que estaba enferma desde hacía meses, que era algo que todo el pueblo sabía. Todos menos Iriel y yo, ajenos a las cosas de la vida adulta.

         Un cáncer de páncreas había acabado con ella a la edad de once años. Yo, con trece, jamás alcancé a comprender todo aquello y lo único que, día tras día martilleaba mi cabeza era la idea de que la última vez que hablé con Iriel, fue para destrozarle su universo, sus sueños infantiles. Si aquella enfermedad la había matado, yo había acelerado su sufrimiento mostrándole el mundo a través de los ojos de la ciencia. Sólo ahora, quince años después, he aprendido la gran lección que Iriel me enseñó en la vida:

         Sólo la imaginación es verdaderamente libre, sólo en nuestro interior gozamos de un estado de absoluta libertad para crear el mundo a nuestro antojo y, nada ni nadie, debe inmiscuirse y romper las frágiles paredes de cristal que lo aíslan del resto del universo.

         Por ti, Iriel, por tu recuerdo imborrable en mí.

TE CONTARÉ EL SECRETO

TE CONTARÉ EL SECRETO

Te contaré el secreto

de mis silencios.

Te contaré por qué

nunca hablo delante de la gente.

Te hablaré de mi pasado,

mi presente hablará por sí solo.

No callaré cuando preguntes

qué es de mi vida.

 

Te contaré el secreto

de mis silencios.

Te pediré la palabra

mientras te mire desde tu cama.

Te contaré mis mentiras:

cuántas son, para qué las uso…

Te diré siempre la verdad,

será mi regalo.

 

No olvidaré comentarte

aquello de lo que te hablé.

Pediré que me escuches,

que dejes que te cuente todo.

Te dejaré sin batería

cuando te llame por teléfono.

Pediré prestado al banco

para pagar la factura.

Te hablaré en sueños,

seré coherente, sensato.

 

Te contaré el secreto

de mis silencios.

Tú, tan solo has de mirar

dentro de mis ojos.

Ellos te lo dirán todo.

Lo prometo.

ALITERACIONES *

ALITERACIONES *

 

(I)

 

Si el silencio

sólo sostuviese un segundo

la suave sensación

de seguir sintiéndose seguro,

sólo sería simple

la soledad que sirve

como sostén del saber.

 

(II)

 

Cuando cada corazón

cambia el curso de su propia corriente,

cuando comienza

la carrera por conseguir

cada centímetro de piel,

cuando combatir

contra el circular del cosmos

se antoja sencillo y sin complicaciones…

Es el momento

de mantener el método

sin medir las maldiciones

que nos merodean y que mezclan,

con sus manos manchadas,

el suave murmullo

de eso que llamamos Amor.

 

(III)

 

Limpia la luna

su lunar de lana,

se libra la lira

de lanzarse a la nada,

los lamentos labran

lugares que alejan

la memoria

de la loca luminosidad

de la luciérnaga.

 

(IV)

 

Va la blanca brizna

de blanca hierba

bañada en nieve,

buscando el brillo

que barre la barbarie,

bruñendo en cada buscar

la brevedad

de quien, en leve balanceo,

bajando inventa

la nueva vida.

 

(V)

 

Y así voy yo

llorando con lágrimas

ya derramadas,

con un llanto de llamas

que lamen la carne

de quien llamando sabe

que ya no le queda lluvia.

 

 

* La aliteración es la reiteración de la consonante inicial de dos palabras consecutivas o ligeramente separadas. Dicho de otra manera, es la repetición de sonidos consonantes (fonemas) al principio de palabras o de sílabas acentuadas, como por ejemplo en el verso de Zorrilla "el ruido con que rueda la ronca tempestad".

A veces la repetición de sonidos vocálicos también es conocida como aliteración.

BAJO LA TIERRA

BAJO LA TIERRA

BAJO LA TIERRA

Bajo la tierra quiero
porque hacia donde corras
quiere correr mi cuerpo.

Ardo desde allí abajo
y alumbro tus recuerdos.

MIGUEL HERNÁNDEZ

 

A mi lado crece la hierba,

oigo el sonido de tus pasos,

lento, lento…

Como el romper de las olas

o el crepitar de un fuego

que se extingue…

Mis ojos abiertos buscan*

el latido callado de un corazón,

la sangre…

La luna herida se esconde

bajo las faldas de la montaña,

huyendo…

Esta prisión que me atrapa,

estos barrotes que están gritando

tu nombre…

Pero amor, no habrá carceleros ni rejas,

no habrá guerras ni creencias que coarten

mi Libertad…

 

* Cuentan que Miguel Hernández murió con los ojos abiertos y que hubo que hacer muchos y muy pesados esfuerzos para poder cerrarlos, tantas eran sus ganas de vivir…

RECITAL POÉTICO EN LA FACULTAD DE HUMANIDADES DE TOLEDO

RECITAL POÉTICO EN LA FACULTAD DE HUMANIDADES DE TOLEDO

 

Dentro de los actos programados para el domingo 19 de septiembre y el lunes 20 de septiembre con motivo del paso por Toledo de los participantes en la Gira Homenaje a Miguel Hernández "En pos de los vientos del Pueblo", organizada por la ONGD Poetas de la Tierra y Amigos de la Poesía (POETAP) hemos confirmado que el lunes 20, a las 11 horas, tendrá lugar un recital poético en el SALÓN DE ACTOS DE LA FACULTAD DE HUMANIDADES DE TOLEDO. A este acto asistirán los poetas participantes venidos desde todos los rincones del planeta como Gladys López Pianesi (Argentina), Wilfredo Dorador y Milena Ortiz (Chile), Zaida Cristina Reynoso (México), Olivier Herrera, Nicolás Zimarro y el resto de la comitiva de POETAP.

Rogamos la máxima asistencia posible al acto por parte de alumnos, ex-alumnos y personal docente y de servicios de la Facultad, será un acto breve, en recuerdo del gran poeta oriolano y su legado.

ACTO HOMENAJE A MIGUEL HERNANDEZ EN TOLEDO

ACTO HOMENAJE A MIGUEL HERNANDEZ EN TOLEDO

POETAS DE LA TIERRA Y AMIGOS DE LA POESÍA (POETAP) es una Asociación Internacional que nace en el estado español con la idea de convertirse en una ORGANIZACIÓN NO GUBERNAMENTAL (ONG), para consolidarse orgánicamente en el mayor número posible de países de los cinco continentes, estableciéndose estructuralmente en diversos ámbitos geográficos con la salvaguarda de un aval jurídico-administrativo acorde a la legislación vigente en cada uno de ellos.                               

Surge por la voluntad de varios poetas y amigos de la poesía, convencidos de la necesidad de concienciar a los ciudadanos de la Tierra en los derechos básicos de la humanidad, en las máximas poéticas del derecho a la paz y la libertad, la salud y el amor, la casa, la tierra y el agua limpia, desde la defensa firme y solidaria de la vida y de la Madre que nos dio y da la vida, la Tierra; y asimismo, convencidos de que la poesía, la fuerza de la razón y la palabra son los instrumentos más idóneos para lograr tan altos y nobles fines.

Dentro de las actividades de la Asociación destaca este año la Gira Homenaje al Centenario del nacimiento de Miguel Hernández, una gira a nivel nacional de 20 días de duración recorriendo las ciudades que pisó el poeta y aquellas con gran tradición poética, cultural y literaria, tales como Elche, Granada, Moguer, Córdoba, Madrid, Alcalá de Henares y Toledo.

En cuanto a la jornada que pasaremos en Toledo el día 19 de septiembre es una jornada sobria, reivindicativa e intensa. Se articula en torno a dos recitales principales que se desarrollarán uno a las 17 horas en el Patio 42 del Cementerio Municipal, en homenaje a los 727 republicanos que aún permanecen sin identificar en este lugar. Contaremos con la presencia de Olivier Herrera y Nicolás Zimarro, presidente y vicepresidente de POETAP, Antonio Ros Soler, Mª Ángeles Fernández Jordán, Antonio Ruiz Pascual, Javier Manzano, Emiliano Gómez Peces, Ruth Rodríguez y César Ulla.

En el acto del Cementerio se leerá un manifiesto y se hará una modesta ofrenda floral en el mismo Patio 42.

A las 20 horas tendrá lugar en el Círculo de Arte de Toledo el recital en Homenaje a Miguel Hernández que contará con poetas venidos de diversos lugares del mundo como Wilfredo Dorador Astudillo y Milena Ortiz de Chile, Zaida Cristina Reynoso de México, Gladys López Pianesi de Argentina, Mª José Castejón de Zaragoza, Beatriz Pérez de Cádiz, y los poetas anteriormente mencionados en el cementerio.

Posteriormente se dará paso a la cena de confraternización y al acabar tendrá lugar una breve ruta nocturna con el tema de la Orden Surrealista de Toledo (Lorca, Dalí y Buñuel).

VETE LEJOS

VETE LEJOS

Vete lejos,
donde nadie pueda encontrarte,
aléjate del ruido y de la prisa.
Vete lejos,
donde nadie pueda encontrarte,
olvida los malos momentos y huye.
Vete lejos,
donde nadie pueda encontrarte,
no llames ni escribas ni pienses.
Vete lejos,
donde nadie pueda encontrarte,
que tu guarida sean el viento y el mar.
Vete lejos,
donde nadie pueda encontrarte,
que la brisa te bese el pelo y la nuca.
Vete lejos,
donde nadie pueda encontrarte,
que el salitre recorra tu cuerpo desnudo.
Vete lejos,
donde nadie pueda encontrarte,
donde nadie te llame ni te busque.
Vete lejos,
donde nadie pueda encontrarte,
pero llévame contigo...

EL PARTIDO AÚN NO HA ACABADO

EL PARTIDO AÚN NO HA ACABADO

        Quizás parezca fácil transformarse en otra persona de la noche a la mañana, pero no lo es. Hace unos años yo no era como lo que veis ahora, hace años era una persona más responsable, más estable, con las ideas más claras y con un futuro dibujado que pintaba muy bien: iba a casarme, nos habíamos comprado una casita, habíamos llevado al mínimo las precauciones de cara a tener un niño… Todo era “casi perfecto”, ya que la perfección absoluta no existe.

         Pero de la noche a la mañana se fue todo al traste. Un día como otro cualquiera ella pronunció esas odiosas palabras que ningún hombre quiere oír: “Ya no sé si te quiero sólo como amigo o cómo te quiero…” Y ahí se acabó todo. Unos cuantos años que se iban por el retrete a una velocidad de vértigo. Y ahí estaba yo, que había abandonado tantas cosas para dedicarme a esa relación, que lo había dado todo (ese fue, creo, el mayor error) por esa relación que ahora me dejaba con la mayor cara de idiota que nunca hubiera imaginado tener.

         Al principio la sensación es de negación, no aceptas que algo así pueda estar pasando, NO a mí y NO tan cerca de la boda y con un futuro en común por delante. Pasas los días diciéndote que sólo es una mala racha, que va a volver, que es algo pasajero, que es miedo al compromiso… Y la llamas y le dices todo lo que la quieres, cuánto la echas de menos… Y lloras, lloras mucho, una y otra vez, cada día…

         Pero un día, estando hablando por teléfono con ella, cuando han pasado ya tres semanas (tiempo suficientemente extenso para ella como para haber podido olvidarla) y ella te recuerda que hay “más vida” después de ella, te das cuenta de que todo se ha acabado, de que no va a haber un reencuentro, de que se ha ido para siempre… Es lo que yo denomino la fase del hundimiento. Un hundimiento físico, moral, sentimental, mental, anímico… Empiezas a darte cuenta de que todo ese castillo de arena que habías construido está siendo invadido, que ha subido la marea y lo está destruyendo todo. Y sólo silencio y una firme determinación: si ella quiere que no la llame más, no la llamaré más, algún día se dará cuenta de lo que ha perdido (o eso crees tú).

         Lo siguiente es el vacío, el vacío total y absoluto, la falta de apoyos, sobre todo teniendo en cuenta que había abandonado a mis amigos, a esos a los que tanto quería, que nunca me habían dejado… Por estar enamorado. Y no los había apartado un poco, no… Los había lanzado bien lejos durante cuatro años, cuatro años en los que no di ninguna señal de vida, en los que no supieron nada de mí. Y piensas en ellos y te dices: jamás me perdonarán, no debo llamarlos. Y así van pasando los meses.

         De repente un día no puedes soportar más la soledad, no puedes dejar que te coma la desidia y entonces llamas, llamas a un buen amigo, no al mejor de ellos porque a ese sabes que posiblemente le hayas destrozado y no tengas ningún perdón ni dispensa a la que agarrarte. Este buen amigo viene a casa, te recoge, te lleva a dar un largo paseo… Y te desahogas, lloras, le cuentas absolutamente todo, le hablas de ti, de cómo te sientes, pero sobre todo le hablas de ella. Ella sigue ahí, en tu cabeza, no quiere marcharse (y en el fondo tú tampoco quieres que se vaya, es el único lugar donde todavía sigue siendo un poco tuya…) Y este amigo te perdona, te escucha, te aconseja y te saca de casa, esa casa que comenzaba a venírsete encima…

         Días después este amigo te llama y te pide que salgas con ellos, con los amigos de siempre, que te dejes ver. Y te come el miedo, el miedo al qué dirán, a cómo se comportarán contigo. Te sientes despreciable por haberlos dejado, por haberte alejado… Pero sales, te arriesgas en busca de un perdón que no estas seguro que merezcas del todo. Y allí, en primera fila está tu mejor amigo, tu amigo desde hace muchos, muchos años, tu amigo desde que ambos estabais en las barrigas de vuestras madres… Y te abraza, te estruja, llora… Y tú lloras también, seguro de no merecer eso que estás viviendo en ese momento, seguro de que lo mejor que podría haber echo era mandarte a paseo y no dirigirte la palabra. Pero te perdona y te recuerda: “Porque eres tú y sabes que te quiero más que a nada en mi vida, si no… Jamás te habría perdonado”… Esas palabras se te quedan grabadas en el pecho a fuego, para siempre…

         Y así van pasando los meses, vuelves a salir, a sentirte un poco vivo. Pero a cada ocasión que tienes te acuerdas de ella, hablas de ella, piensas en ella y no te deja pensar en nada más. Tus amigos te dicen: “olvídala y vive”. Y por dios que lo intentas, a veces con todas tus fuerzas, pero no puedes… Ha pasado un año y aún no has sido capaz de superarlo. En todo este tiempo ni una sola llamada, ni una sola visita, te empiezas a dar cuenta de que todo lo que tenías con ella era completamente artificial, de cartón-piedra, incluso su familia y sus amigos, esos que fueron también tu familia y tus amigos, te dan de lado, no te miran, no te saludan… Ahora eres el malo, el que no debe ser nombrado… 

         Un día te encuentras con uno de esos amigos de ella, una de esas almas cándidas que todavía quedan por el mundo y te saluda, se para, te pregunta cómo estás… pero no te habla de ella. Y tú preguntas: “¿Cómo está?”. Está bien, con su nuevo chico, ese que más tarde te das cuenta de que ya estaba antes de que tu salieras para siempre de su vida… Pero no la odias por ello, te alegras de que haya rehecho su vida, de que esté siendo feliz. Es en ese preciso momento, más de un año después, cuando te das cuenta de que en realidad la querías, no la querías para ti, simplemente la querías y la quieres y quieres lo mejor para ella. Es ahí cuando te das cuenta de que si te ha dejado es porque merecía algo mejor que tú, es porque tú no la estabas dando algo que ella necesitaba y que ahora a encontrado en él… Te da igual que ese “algo” sea el dinero, si es lo que quiere… Que sea muy feliz. 

         Y al final te rehaces, te das cuenta de que tu vida había girado en torno a una persona, llegas a ser consciente de que no estabas sabiendo ser una pareja: estabas dejando que tu vida, que el centro de tu vida, girase en torno a una persona. Error. Y aprendes, ¡Claro que aprendes! Aprendes que tu vida no puede amoldarse a la de una persona, que la vida de una pareja se construye en torno a dos, que las parejas no crecen por separado cada uno por su lado, crecen y se desarrollan juntas. Aprendes que tu vida es muy diferente a lo que estabas construyendo, aprendes a aceptarte tal y como eres, aprendes que quizás cuando una puerta de cierra, una pequeña ventana se abre… Aprendes a vivir solo, a valerte por ti mismo, a crearte tú mismo esa seguridad que creías que te proporcionaba “esa” persona…

         Y pasan los años, ella se casa (sí, con ese por el que te dejó), tiene un hijo, le va bien en la vida, es (o eso creo) feliz… Y tú te conviertes en un extraño, una persona con un carácter algo difícil que lucha cada minuto de su vida como si fuera el último, una persona que ha aprendido a ver más allá en las personas, que distingue cuando una persona merece la pena de verdad, una persona a la que le va a ser muy difícil volver a vivir una situación parecida porque tiene que estar muy seguro de lo que va a haber al otro lado. Al otro lado tiene que haber una persona que no solo te demuestre que puede hacerte feliz, que es muy importante, si no que te demuestre que puede ser feliz contigo porque, si algo he aprendido, por mucho que os cueste creerlo, es que la felicidad de uno mismo en una relación pasa, en un noventa por ciento, por la felicidad de la otra persona…

         Muchos años han pasado desde aquello y yo nunca he perdido la esperanza de que en algún lugar, algún día, cuando menos me lo espere, aparecerás tú, la persona definitiva, la de verdad, con la que intentarlo en serio de nuevo (porque amagos, experiencias, pseudo-relaciones… ha habido muchas desde aquello), con la que ser feliz y hacer feliz. Puede que hasta ya hayas aparecido en mi vida y aún ni tú ni yo lo sepamos. Cuento con muchos hándicaps en mi contra pero… aunque nunca he sido la estrella del equipo, no hay que descartarme a las primeras de cambio, soy de los que rindo mejor a medida que avanzan los minutos, cuando se me conoce en distancias cortas…

¿QUÉ VA A SER DE MÍ?

¿QUÉ VA A SER DE MÍ?

¿Qué va a ser de mí
cuando te piense y
tu nombre levante el polvo
del camino y me ciegue?
¿Qué va a ser de mí
si te deseo,
deseo tu cuerpo desnudo
tus labios y tus manos?
¿Qué va a ser de mí
cuando el peso de los días
me apuñale las entrañas
y con violencia te llame?
¿Qué va a ser de mí
si escucho tu risa
cuando miro tus fotos,
cada día al despertarme?
¿Qué va a ser de mí
si al cerrar los ojos
sea cuando me abra a conocerte,
sea cuando te vea?
¿Qué va a ser de mí
si el camino no nos cruza,
si el destino y la vida
nos roban esta ocasión?
¿Qué va a ser de mí
cuando escuche Ángeles
y vea tu sonrisa, cuando Cómo decirte
sea un ojalá…?
¿Qué va a ser de mí?

Si… ¿Qué va a ser de mí
cuando al mirarme en tu espejo
me reconozca y por fin
sienta que soy nuevo y tuyo?

CUANDO TODO SE ACABE

CUANDO TODO SE ACABE

Cuando el final del día

venga a por mí,

Cuando nada me quede

salvo tu recuerdo,

Cuando mis ojos cansados

derramen esa última lágrima,

Cuando respire profundo

por última vez en la vida,

Cuando me dé cuenta

de todo el tiempo que ha pasado,

Cuando no haya un mañana

y se borre de un plumazo el ayer,

Cuando necesite recordar

que un día fui feliz, que viví…

Cuando esté perdido y engañado,

vagando sin un rumbo fijo,

Cuando me haya despedido

de todo y de todos, menos de ti.

Cuando no me quede nada

por hacer en este mundo,

Cuando todo lo que tenga

sea tu recuerdo,

Cuando ante mí no haya

ni muros ni alambradas,

Cuando la libertad me asuste

porque sea la libertad eterna,

Cuando imagine las invisibles

cadenas que a ti me atan,

Cuando sólo escuche silencio

y sienta el frío en los huesos,

Cuando mi vida pase

frente a mí como un rayo,

Cuando todo se acabe

y te busque en las sombras,

Cuando desperdicie

mi último latido de corazón…

Cuando muera…

Será cuando más te extrañe,

Será cuando más te recuerde,

Será cuando más te quiera a mi lado…

REINVENTARSE

REINVENTARSE

Una cosa está clara:

Pocas personas quedan

en el mundo,

a día de hoy,

con esa capacidad

innata

para reinventarse

y reinventarse…

 

 

No hablo

de una reinvención

parcial

de una parte

de tu vida,

hablo de la completa

y absoluta

reinvención de uno mismo.

 

 

Dicho de otro modo:

Reinventarse,

hoy en día,

es un lujo al que

muy pocos

pueden acercarse,

se trata de renovar

cada espacio de tu vida.

 

 

Los hay

que pasamos media vida

en una continua

reinvención.

Nunca he conocido

otra forma de vivir:

Reinvención tras reinvención…

Todo es reinventarse.

 

 

 

CUANDO NO ESTÁS

CUANDO NO ESTÁS

Cuando no estás

mi alma se confunde en despropósitos.

Cuando no estás

me siento igual que Madrid

un once de marzo.

Cuando no estás

las rosas de mi boca no son rosas,

son manojos de puntas oxidadas,

cárceles sin puerta de salida,

canciones al revés en discos de Sabina…

Pero cuando vuelves

nace el día y de nuevo las rosas

florecen con belleza y sin espinas.

Cuando vuelves

todas las palomas son blancas,

reina la paz y Atocha

es sólo un leve recuerdo.

Cuando vuelves, en fin,

nunca recuerdo cuando no estás.

 

Adaptación 2010 del poema aparecido en “Paraísos Múltiples”. 2008

NOCTURNO (EN SOL MENOR)

NOCTURNO (EN SOL MENOR)

Si hoy no sale el sol, no vengas a mi lado,

yo no podré consolarte, ni darte calor.

Si hoy no sale el sol, no vengas a llorarme,

pues no podré secar tus lágrimas, ni darte fe.

Porque si hoy no sale el sol y tú vienes llorando,

tendré que decirte que no soy para ti,

que el sol lo he apagado yo porque estoy…

Enamorado de la luna.